De vez en cuando nos encontramos por el camino películas que no han tenido una cobertura suficiente para atraer a un gran público pero que parecen ser algo distinto a lo que estamos acostumbrados a ver y esa razón es suficiente para adentrarnos en algo desconocido que no sabes qué mensaje es el que su directora quiere enviar. Hide and Seek (Joanna Coates, 2014) narra la historia de cuatro jóvenes británicos que dejan la ciudad para empezar una vida juntos en una casa en el campo con su simple compañía y una vida sencilla pero suficiente para ellos.

La idea de que dos chicos y dos chicas convivan juntos dándose amor mutuamente, no haciéndose daño, conformándose con lo poco que tienen —y a la vez tanto si es que tenemos en cuenta el lugar en el que residen y todo lo que les rodea—, y rompiendo con el convencionalismo creado por nuestra sociedad de la idea establecida del matrimonio monógamo, la rutina de trabajo con su socialización —a veces forzada—, o esas ideas tan asentadas con las que nos hemos criado son lo que hacen que Hide and Seek sea un largometraje distinto que con cierto misterio nos invita a reflexionar sobre un forma diferente de vivir.

Una historia humilde y atípica con pocos diálogos y rodeada de una buena fotografía que en ciertas ocasiones parece querer rendir homenaje al teatro y con la que la directora Joanna Coates decide crear su peculiar forma de arte adentrándonos en una opción de vida distinta, que puede resultar complicada de entender en un mundo cosmopolita repleto de tecnología como es el nuestro, pero que ofrece un relato de amor con el que descubrir una forma de vida natural y libre que podría llegar a ser una opción más real de lo que nos podemos imaginar.