El regreso de los tres elementos más relevantes de las primeras entregas de la saga Bourne ha vuelto este verano con la quinta parte —o cuarta si no tenemos en cuenta la película de Tony Gilroy, El legado de Bourne (The Bourne Legacy, 2012) que cambió de actor principal y puso al frente al actor Jeremy Renner como protagonista de la secuela por primera vez—. Paul Greengrass, Matt Damon y John Powell juntan sus dotes directivas, actorales y musicales respectivamente, presentando así una cinta cargada de lo mejor de las primeras entregas de la saga. Tanto se parece Jason Bourne a sus predecesoras, que es inevitable recordar la primera y segunda parte gracias a momentos de la historia semejantes y guiños a las anteriores que se dejan caer a lo largo de la nueva trama.

Lo que está claro es que Damon y Greengrass, que ahora son ambos productores de esta nueva entrega, han resaltado una de las particularidades de sus tres primeras partes en esta película: la acción. Jason Bourne tiene cuatro grandes secuencias de acción situadas en diferentes ciudades del mundo. Londres, Reikijavic, Las Vegas y Atenas son las localizaciones elegidas para mostrar las constantes huidas y persecuciones del protagonista en zonas multitudinarias en las que la marabunta de gente forma un buen fondo para unas secuencias con un movimiento de cámara extremo, unos cambios de plano constantes y una buena carga de efectos especiales.

En esta entrega vemos a un personaje protagonista más involucrado con las preocupaciones de la realidad actual. Temas como la privacidad, el abuso de poder o el dominio de las grandes multinacionales son comentados en el desarrollo de la cinta. Y al mismo tiempo, esta secuela ha sucumbido al poder del género de acción que la hizo triunfar en sus primeras partes, puesto que el constante número de este tipo de escenas la alejan más de la realidad y nos sitúan en un escenario de película. En cualquier caso, siempre es un placer disfrutar de una creación que une a estos tres genios, a pesar de que se estén acercando cada vez más a un blockbuster comercial que deja el thriller en un segundo plano.