El director Barry Jenkins sorprende con la que es tan sólo su segunda película Moonlight (2016), en la que relata la dura historia de un hombre de raza negra mostrando tres etapas distintas de su vida. Jugando siempre con colores brillantes y vistosos que distinguen y caracterizan a los personajes y le dan una nueva forma de representación a la historia—, y que ya adelanta el cartel presentación de la cinta—, Moonlight es, como muchas de las películas estrenadas en 2016, una nueva apuesta por el cine independiente americano, que de manera personal e individualizada quiere que reconozcamos estas historias como una forma más auténtica y cercana con el mundo real para así empatizar más fácilmente con la historia, y alejarnos de la fantasía que el sueño americano de Hollywood tiende a transmitir.

La niñez, la adolescencia y la época adulta de este hombre son las tres divisiones que realiza Jenkins para relatar los hechos que le suceden al protagonista y que terminan siendo una crítica a temas como el racismo, las drogas, la inmigración, el acoso escolar o la homosexualidad, que vuelven a recordarnos que debemos hacer frente a estos problemas y no darles la espalda como estamos haciendo. Con unas espléndidas interpretaciones y una historia maravillosamente relatada que Jenkins lleva a su propio terreno, Moonlight remarca la importancia de los hechos que nos suceden a lo largo de nuestra vida que son los que terminan convirtiéndonos en quienes somos, tanto para bien como para mal.