¿Se puede opinar de un remake americano cuando no se ha visto la original cuando debería verse primero la original porque es donde la originalidad y la esencia más reside en la película? Se puede. No es del todo justo pero a veces debemos pensar que puede que sin un remake, mucha gente no hubiese llegado a conocer la existencia de una película original que contara prácticamente lo mismo. Es el caso de este remake americano realizado por Spike Lee de la película coreana Oldeuboi (Park Chan-wook, 2003). Tras ver el remake Old Boy (Spike Lee, 2013) se te queda un nudo en el estómago por la dureza de la historia en sí, que está muy bien interpretada por el actor Josh Brolin y que, sin quitar mérito al director coreano que dirigió la película original, este remake está bien realizado por Spike Lee.

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La película gira en torno a un empresario que es secuestrado y vivirá durante veinte años encerrado en cuatro paredes a base de empanadillas chinas y una televisión. Puede parecer una especie de centro de desintoxicación porque el protagonista es un gran aficionado al vodka y su adicción al alcohol parece ser su salida de la realidad que le rodea —separado de su mujer y con una niña de tres años—. Old Boy fascina durante la primera parte de metraje en la que sin entender por qué lo han secuestrado y por qué lo mantienen en condiciones infrahumanas, vemos cómo los sentimientos empiezan a aflorar y el protagonista comienza a desintoxicarse y a plasmar sus sentimientos en cartas que le ayudarán a seguir viviendo y a buscar una salida tras esas cuatro paredes. Durante la segunda parte de la película, el drama pasa a un segundo plano, dejando al género de acción ser el protagonista y buscando así venganza y una explicación por lo que le ha ocurrido. Y es aquí donde quizás más decae la cinta, a pesar de que el espectador quiere saber las razones del castigo tan largo que se le ha dado a una persona, pero es también ahí donde no convencen las explicaciones y la historia en sí que nos quieren vender es poco creíble.

Elizabeth Olsen y Josh Brolin en una imagen del remake ‘Old Boy’ (Foto: Filmaffinity)

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En cualquier caso, me quedo con la moraleja de la película: la televisión ha conseguido en estos años algo que solo un profesor o un familiar parecía poder conseguir años atrás, y es que nos creamos todo lo que vemos sin cuestionarnos si podemos estar siendo utilizados por un ser tan poderoso como son los medios de comunicación.

Old Boy me ha recordado al documental francés El juego de la muerte (Le jeu de la mort, 2010) en el que eligen a un número de personas al azar que están dispuestas a participar en un concurso donde se darán descargas eléctricas a uno de los concursantes si este falla las preguntas que el resto le hacen. Es realmente aterrador lo que los psicólogos concluyen tras realizar varios de estos programas ficticios con gente de todo tipo, y es que el poder que la televisión tiene en nuestras mentes es inmenso. Y es que la televisión está tan presente en nuestra rutina diaria desde que somos pequeños, que ha sido y es nuestra profesora y por ello, nosotros como consumidores le obedecemos, sin cuestionarnos si lo que estamos haciendo es humano.