Recuerdo cuando vi el tráiler por primera vez hace un par de años de Whiplash (Damien Chazelle, 2014) y decidí no ver la película por la dureza que ya se aprecia en las técnicas de enseñanza de este profesor. Whiplash significa latigazo y eso es precisamente lo que sientes cuando vas viendo la historia avanzar. Un cúmulo de latigazos que azotan al protagonista una y otra vez durante todo el largometraje, que no le hacen derrumbarse sino que le hacen seguir luchando por conseguir lo que se propone. El actor Milles Teller da vida a un joven que disfruta tocando la batería y que solo aspira a convertirse en el mejor en su profesión. Su pasión por la batería y sus ensayos diarios le harán lograr entrar en una de las mejores escuelas de jazz de su ciudad, teniendo que enfrentarse al método de enseñanza de un estricto profesor que no duda en insultar, pegar y humillar a sus alumnos como forma de aprendizaje.

El actor J. K. Simmons interpreta el otro papel protagonista que junto con el de Teller conseguirá crear un dueto jamás visto en la historia del cine. Una relación profesor-alumno en la que los dos actores dan todo de sí mismos llegando a rozar la obsesión, el extremo y el exceso puro. Una descarga de adrenalina que se representa con un tono amarillento que realza el mundo del jazz y que ayuda a que el espectador se adentre en esta historia durante toda la cinta. Las interpretaciones de ambos actores —destacando la de Teller por el derroche de energía y el sacrificio que demuestra—, nos enseña a unos actores entregándose plenamente a sus papeles que nos dejará boquiabiertos. El personaje de Teller es el mejor ejemplo para explicar ese dicho de, «lo que no te mata, te hace más fuerte».