Matthew McCounaghey y Woody Harrelson son los protagonistas de True Detective (Nic Pizzolatto, 2014), un drama policíaco en el que dos detectives investigan un tenebroso suceso tras encontrar el cuerpo de una niña cuyo asesino les ha dejado una serie de pistas que tendrán que analizar para resolver un caso aparentemente complicado. En dos líneas de tiempo paralelas en las que presente y pasado se entremezclan para darnos a conocer las vidas de ambos detectives y el caso que investigan, la plataforma HBO Max nos presenta así a dos hombres con personalidades opuestas que protagonizan algún que otro momento cómico a pesar de tener unas vidas demasiado dramáticas.

El éxito de la primera temporada compuesta por ocho episodios en el que alargaron un caso que cualquier serie policíaca como CSI, Caso Abierto o Mentes Criminales hubiese resuelto en un episodio, hizo que la cadena decidiera poner a dos nuevos actores para su segunda temporada y que ya estén pensando en una tercera. Algunos achacan este éxito a las interpretaciones de sus actores principales —basándose lamentablemente en la teoría de que es el primer trabajo serio de McCounaghey—, mientras que otros atribuyen el mérito a la fotografía y dirección de este thriller. En cualquier caso, es curioso que una serie con un tema tan exprimido y repetido en la televisión en las últimas décadas sea tan alabado aquí, cuando es una historia terriblemente lenta en la que el drama de ambos personajes es más protagonista que el pesado caso que investigan.

La primera temporada de True Detective resalta el drama de dos hombres cuyas vidas se centran en el alcohol, el trabajo, las mujeres y la tragedia que les produce la vida que llevan. El papel de la mujer se presenta a lo largo de la serie como el de víctima, prostituta o madre de familia sufrida. La relación de los protagonistas produce momentos de risa debido a sus continuas diferencias y a sus peculiares personalidades —siendo el personaje de McCounaghey quien se alza con el premio dado el aura de oscuridad que rodea a su persona—. En definitiva, una historia lenta y aburrida que los medios de comunicación han sabido destacar y que los espectadores han seguido alabando, colocando a la serie en una posición que no merece ya que McCounaghey no necesita un personaje que roce el infierno en su vida para demostrar su valía, y la buena fotografía o su estupenda introducción no son suficientes para un guión latoso que describe de nuevo un tema repetitivo y cargante.