Las expectativas ante una película como Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) son mucho mayores que con cualquier otra cinta, y eso hace que el espectador siempre espere mucho más por lo que ha oído o incluso visto en su tráiler. Esas expectativas no siempre benefician a una película a pesar de que haya mucho más público que vaya a verla. La adaptación de la obra de Philip K. Dick que realizó Ridley Scott en 1982 supuso un antes y un después en la historia del cine, haciendo que Blade Runner se convirtiera en la película de culto que es hoy en día. Una cinta que nos hizo viajar en el tiempo y situarnos en 2019 con una puesta en escena espléndida y un thriller muy atractivo.

Como ya vimos en su original, Blade Runner 2049 también se cuestiona con su historia entre replicantes y blade runners la importancia de los recuerdos del ser humano y lo relevantes que son para la construcción de quienes somos. La película del director de las estupendas Sicario (2015), Prisioneros (Prisoners, 2013) o La Llegada (Arrival, 2016) parece haber sido influenciada por otras cintas como el software al que daba vida Johansson en Her (Spike Jonze, 2013) o el mundo que crearon las hoy hermanas Wachowski en Matrix (1999). Al igual que en su original, la secuela de Blade Runner ha demostrado ser superior en su puesta en escena a la gran mayoría de películas realizadas hasta la fecha. Su inmejorable fotografía compuesta por unos saltos de secuencias en los que los colores y las formas juegan un papel principal durante toda la cinta son sin duda lo mejor del largometraje. Además, el compositor Hans Zimmer demuestra una vez más con su música que el thriller de ciencia ficción puede llegar a ser mejor cuando su música acompaña a la trama.

Sin embargo, Blade Runner 2049 no es una película perfecta a pesar de todo lo perfecto que tiene. La cinta se desenvuelve en una atmósfera turbia como ya lo fue el mundo de Harrison Ford en su original, pero esta vez la historia parece ir a un ritmo mucho más lento y sosegado, y el thriller parece querer engañar al espectador, dejando para la última parte la presencia de Harrison Ford que a pesar de su relevancia en la historia de esta secuela, queda relegado a un segundo plano, teniendo un diálogo demasiado conciso e insuficiente y participando en escenas un tanto desconcertantes e innecesarias. A pesar de ello, hay algo en lo que ambas películas coinciden, la necesidad de un segundo visionado que seguramente hará que disfrutemos más de este largometraje y probablemente convierta a Blade Runner 2049 en una cinta de culto como lo es su predecesora.