Un año después del estreno de la película Adiós, Christopher Robin (Goodbye Christopher Robin, Simon Curtis, 2017) que se basa en la verdadera historia del autor de los libros infantiles A. A. Milne quien creó el personaje de Winnie the Pooh en una época de tristeza en Estados Unidos tras la tragedia vivida durante la primera guerra mundial, el director de largometrajes como Guerra Mundial Z (World War Z, Marc Forster, 2013), Quantum of Solace (2008) o Monster’s Ball (2001) nos trae una película de animación que mezcla realidad y fantasía para contarnos la historia de Christopher Robin.

Este remake del clásico de Disney se estructura a través de un libro y se detiene en los capítulos en los que Christopher Robin es un adulto y está tan estresado con la mala situación de su empresa que olvida disfrutar y pasar tiempo con su mujer e hija y ayudar a sus amigos cuando lo necesitan. La ambientación con la que se ha creado Christopher Robin (Marc Forster, 2018) pronto nos adentra en un relato de fantasía que gracias a la tecnología recrea el bosque de los Cien Acres y a sus peculiares habitantes de una manera portentosa, creando así una historia de realidad y cine fantástico que nos transporta a un mundo mágico en el que no sólo los niños llegarán a disfrutarlo.

Aunque las páginas del libro avanzan rápido al principio, al espectador puede que le cueste situarse en este mundo ficticio para recorrer una historia de aventuras junto con los humanos y los peluches animados que con algún que otro toque de comedia nos hará simpatizar con sus personajes.  La sencillez de la historia nos recordará la importancia de valores esenciales como la honradez y la humildad que parece que estamos olvidando. Christopher Robin es una película de entretenimiento para toda la familia cuyo guión está repleto de mensajes y tiene una clara moraleja dentro de un filme cargado de sentimientos y emoción.