Corre, Lola, corre (Lola rennt, Tom Tykwer, 1998) comienza con las manecillas del reloj marcando el ritmo frenético que llevará la cinta a la vez que un endemoniado balancín gira de un lado a otro dando paso a un narrador que planteará una serie de preguntas al espectador mientras vemos en el tumulto de gente a los personajes secundarios de la película. A continuación, la protagonista será la propia Lola recreada con cine de animación que sin parar de correr, nos llevará hasta los créditos iniciales que presentan al reparto como si fueran reclusos de una cárcel. La técnica zoom in nos llevará hasta la casa de Lola quien coge el teléfono iniciando así la historia de esta película.

De esta original manera, el director Tom Tykwer nos presenta un largometraje que ya se ha convertido en película de culto gracias a las numerosas técnicas utilizadas que crean una variedad de planos a lo largo de la cinta, y a la música tecno que aporta la sensación de rapidez que la trama necesita. Aunque su repetitiva historia pueda resultarnos pesada, la variedad de personajes que vamos conociendo a lo largo de la carrera que realiza la actriz Franka Potente en búsqueda de ayuda para su novio en la ficción, hace más amena la película —que ya de por sí no es muy larga, la duración es de 75 minutos—, dejándonos una singular narración de la historia que tiene toques del cine de los años 90 pero sobre todo, que nos deja un relato innovador e insólito.


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