El vigésimo segundo largometraje dirigido por Pedro Almodóvar es una película con toques autobiográficos que retrata la vida de un director de cine de mediana edad que vive una etapa complicada, caracterizada por una salud que empieza a empeorar y el estancamiento de su carrera profesional. Dolor y gloria (Pedro Almodóvar, 2019) muestra un Almodóvar que retrata la vida desde un punto de vista más adulto y resalta la madurez y soledad de un personaje que parece narrar momentos vividos por el propio cineasta manchego.

Con el predominio del rojo en la puesta en escena y unos encuadres muy característicos, Antonio Banderas lleva las riendas de la trama personificando a este director de cine que utiliza las drogas para suavizar el dolor físico y mental que vive en esta amarga etapa de su vida. Los momentos de soledad, dolor y madurez del protagonista vuelven a ser los destacados en la trama como ya sucedía en Julieta (Pedro Almodóvar, 2016), con el personaje principal encarnado por una inmensa Emma Suarez que con su actuación supo representar todos esos sentimientos en una misma historia.

Parece que la vida personal del propio Almodóvar se plasma en algunos fragmentos vividos por el personaje como en algunas secuencias sobre los delicados momentos de salud que vive o el recuerdo de sus primeros deseos sexuales, todos ellos encarnados por un Antonio Banderas cuyo parecido físico e incluso gestual nos recuerda continuamente al propio Pedro Almodóvar. Dolor y gloria parece querer ser una reflexión de todas las preocupaciones que rodean la vida del director de Todo sobre mi madre (1999), ahondando demasiado en la angustia y el dolor, sentimientos personificados a través de las buenas interpretaciones de su reparto, cuyo guión destaca por la subjetividad y personalidad, ya característicos de este director manchego.