Si bien Tim Burton ya se estrenó en 2010 con un remake de una cinta Disney como era Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland), y en 2016 Jon Favreau estrenó el esperado remake de El Libro de la Selva (The Jungle Book); ahora es Bill Condon —director de Dreamgirls (2006), Kinsey (2004) o La saga Crepúsculo: Amanecer (The Twilight Saga: Breaking Dawn, 2011-2012)— quien se anima a traernos un nuevo remake de un cuento Disney que a día de hoy ya se ha convertido en la décima película más taquillera de la historia. No era difícil que así fuera realizando la adaptación de una película Disney muy querida por muchos jóvenes que ahora son ya adultos como es La bella y la bestia (Beauty and the Beast, Bill Condon, 2017), y viendo la gran acogida de otras adaptaciones anteriores, es normal la rapidez con la que parece que están animándose los directores en adaptar las películas de dibujos animados.

Este remake de La Bella y la Bestia respeta la historia de su predecesora con tan sólo unos pequeños saltos en el argumento y algún personaje distinto al de la película de dibujos. Es indudable la maravillosa puesta en escena que se ha realizado para la película que ya se deja ver en la primera secuencia de la cinta, haciéndonos así disfrutar de unas coreografías dentro de palacio y unos efectos especiales que no todos los directores pueden permitirse realizar. Sin embargo, cabe destacar la mala caracterización de algunos de sus personajes principales como ya ocurría con El Libro de la Selva. Personajes como la bestia o Lumiere tienen una construcción, unos movimientos y una estética terriblemente irreal y curiosamente mal realizada que sorprende con el cuidado que se ha tenido de toda la puesta en escena de la película. Es interesante ver también las interpretaciones de los actores, que en general resultan bastante ficticias y poco naturales, a pesar de tener un reparto repleto de celebridades. Este blockbuster es sin duda, uno de los grandes estrenos del año, y quizás por ello podamos atrevernos a decir que debería haberse cuidado más el conjunto de la cinta, destacando más la moraleja de la historia—muy necesaria en los tiempos que corren—, y no tanto el marketing de una puesta de escena espléndida pero no tan entretenida como su original.