Con La caza (Jagten, Thomas Vinterberg, 2012) tuvo lugar la primera colaboración entre el director Thomas Vinterberg y el actor Mads Mikkelsen. Su segunda vez trabajando juntos fue hace ocho años con la maravillosa Otra ronda —leer reseña pinchando aquí—. En La caza, Mikkelsen interpreta a un profesor de una escuela infantil divorciado y con un hijo que en el momento en que parece que su vida vuelve a centrarse con la decisión de su hijo de irse a vivir con él y el comienzo de una relación con una compañera de trabajo, una noticia cambia totalmente la vida del profesor que se ve afectado por un hecho que hace que su mundo dé un giro por completo.

Desde el comienzo, la cinta juega con el espectador que va conociendo la historia del protagonista y vive los sucesos que van teniendo lugar desde el punto de vista de este. Aunque podemos creer que sabemos el rumbo por el que nos quiere llevar la trama, siempre existe la duda de qué es lo cierto o de si nos están haciendo una encerrona y no es lo que pensamos realmente. Sorprende la rapidez con la que el protagonista acepta las acusaciones sin ni siquiera defenderse o querer saber más al respecto. Quizás esto es lo que nos hace dudar siempre y que el suspense esté asegurado durante todo el metraje. La ambigüedad reside en la interpretación del propio Mads Mikkelsen que con cierta falta de expresividad contribuye a esa intriga constante.

El ritmo lento y los continuos silencios durante el desarrollo de la cinta ayudan al espectador a reflexionar sobre lo que está ocurriendo y crean a su vez una tensión que va en aumento conforme avanza el largometraje y con la que ciertas secuencias pueden ser complicadas de digerir. La caza es un filme que nos ayuda a empatizar con su protagonista y a reflexionar sobre la histeria humana y el comportamiento de los seres humanos ante situaciones complicadas y delicadas como las que se viven aquí. Es una cinta que dejará huella en quienes la vean y que nos hará darle vueltas a su tema principal incluso días después de haberla visto.