Es difícil empatizar con un corresponsal de guerra que por voluntad propia decide meterse en países ajenos en medio de conflictos de guerra que ponen en peligro su vida y le hacen ser testigo de la masacre continua de gente. La corresponsal (A Private War, Matthew Heineman, 2018) relata la verdadera historia de Marie Colvin, la reportera de guerra del diario inglés Sunday Times que recorrió las peores guerras de Oriente Medio para que todo el mundo viera las barbaries humanas que se estaban cometiendo en cada uno de los países afectados.
Comenzando en Sri Lanka donde Marie Colvin sufre un duro golpe que le marcará de por vida tras perder la visión de un ojo, la corresponsal no dejará de viajar para conocer otros conflictos de guerra junto a su incondicional compañero de batalla —el fotógrafo Paul Conroy—, que conoce en la frontera con Iraq y con el que también recorrerá Afganistán, Libia o Siria. La corresponsal describe en mayor medida los conflictos de guerra a los que acude la reportera, pero no olvida describir momentos fuera del trabajo en los que la protagonista disfruta de sus vueltas a casa, acude a premios como los de la prensa británica o a lujosas fiestas londinenses.
La necesidad que la propia Marie Colvin tenía de seguir yendo a conflictos de guerra contrasta con el espíritu martirizado que también le castigaba, al ser testigo en primera fila de los horrores de la guerra que le produjeron otras adicciones como el alcohol y el tabaco. La actriz Rosemund Pike sabe dar vida a una complicada pero valiente reportera de guerra cuya fascinante personalidad nos mantiene en vilo durante todo el largometraje. La corresponsal rinde homenaje a una mujer que quería ver con sus propios ojos la brutalidad y crueldad de las guerras para contar las historias personales de los afectados y que el mundo se diera cuenta de la verdad y se dejara de masacrar con total impunidad a familias enteras.
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