El escritor Nicholas Sparks nos tiene acostumbrados en sus novelas a una dosis exagerada de drama que parece verse aumentada en la adaptación a las películas. En el caso de El diario de Noa (The Notebook, Nick Cassavetes, 2004), la cinta representaba tal cual lo que la novela nos contaba y en el mismo orden que se relataba. Sin embargo, en Lo mejor de mí (The Best of Me, Michael Hoffman, 2014) se ha querido volver a vivir el éxito de The Notebook con una pareja de protagonistas guapos y conocidos que interpretan un melodrama exagerado donde la tragedia va aumentando a cada minuto de película, haciendo que la cinta sea un cúmulo de tragedias que agotan al espectador. Cada vez más este tipo de largometrajes afectan a la realidad de la vida que vivimos.

Es decir, está bien que géneros como la ciencia ficción nos lleven a otro mundo irreal y desconocido en el que podemos imaginar y disfrutar, pero cuando se trata de realismo (que es lo que nos quieren hacer ver con esta película), siendo una pareja de guapos perfectos, con un vestuario tan excepcional y lo bien arreglados que van en todo momento, eso no se asemeja a una pareja real, —ni qué decir las desgracias que les van sucediendo y separando en cada momento de sus vidas—. Y es que da la impresión de que estamos ante una historia romántica de ciencia ficción. Y la verdad, bastante soñamos intentando creer que la vida es una película romántica cuando la vida, ni es todo amor extremo como nos dicen, ni tiene semejante carga de dramatismo —o al menos afortunadamente no es así para la mayoría de las personas—. Lo mejor de mí relata el tipo de tramas que más se reproducen hoy en día en películas y series de televisión, —sí, debemos mencionar de nuevo a Meredith Grey en Anatomía de Grey—, y parece que a la gente le gusta esta sobrecarga de dramatismo, porque ahí están y ahí siguen con el paso de los años. Entonces, ¿será que nuestras vidas se han vuelto más tristes y nos alegramos de ver las numerosas tragedias de otros?