Las hermanas Wachowski crearon a finales de los años 90 una película como nunca antes se había hecho. Matrix (The Matrix, 1999) mezclaba una brillante historia de ciencia ficción con secuencias de acción trepidantes, unos efectos especiales que dejaron con la boca abierta al espectador y una banda sonora que se convirtió en un símbolo de la película. La revolución de este largometraje y su éxito hicieron que las secuelas llegaran cuatro años después con Matrix Reloaded (The Matrix Reloaded, 2003) y Matrix Revolutions (The Matrix Revolutions, 2003).

En sus dos secuelas, el romance tenía mayor protagonismo pero también poseían más secuencias de acción y un derroche de efectos especiales que nublaban la historia y hacían que ese exceso de todo decepcionara por su mediocridad que imitaba la estética o la banda sonora de su predecesora y rellenaban la cinta con largas secuencias de acción caóticas, olvidándose de darle una merecedora continuación a la historia y distanciando ambas secuelas de su original. Sorprendía que las mismas directoras que habían creado la cinta original fueran también quienes habían hecho estas dos irreconocibles partes.

Veintidos años después del estreno de Matrix, Lana Wachowski se pone sola al frente en la dirección de una nueva película que por fin demuestra ser una secuela decente tras las brillante cinta original. Matrix Resurrections (The Matrix Resurrections, 2021) pintaba maneras con su presentación en el trailer —que quizás proporcionaba demasiada información—, y que se respaldaba de la maravillosa canción ‘White Rabbit’ de la banda Jefferson Airplane para poner sonido a una trama que por fin recordaba y enlazaba la historia de Matrix haciendo que quisiéramos verla. Repitiendo la fórmula de una primera secuencia de acción y situándonos a continuación en la vida actual de Neo, esta tercera secuela se ríe de sus predecesoras y de lo que estas fueron para el público y construye una cinta que pretende seguir la fórmula de la primera que tanto gustó.

Con numerosas referencias a los anteriores filmes y a algunas de sus escenas más memorables, la cuarta película de Matrix es una combinación de las tres primeras —con menos énfasis puesta en sus dos secuelas y unas escenas de acción afortunadamente más moderadas—, que aportan una mezcla de humor e ironía que constantemente aparecen tanto en la historia y puesta en escena como en los diálogos de los personajes. Neo debe volver a seguir al conejo blanco y aunque su historia se asemeja a la de la primera cinta, ahora se pretende enrevesar un poco más el relato. Ciento cuarenta y ocho minutos quizás en exceso de los que se puede prescindir de su última larga parte, pero que dejan una cinta entretenida que se ayuda de la fama de su primer largometraje, la expectación de una nueva secuela y se respalda de un reparto conocido con una historia que se apoya en su original para calmar esa nostalgia redimida.