La Real Academia Española define nómada como lo siguiente, «dicho de un individuo, de una tribu, de un pueblo: carente de un lugar estable para vivir y dedicado especialmente a la caza y al pastoreo» y también señala, «que está en constante viaje o desplazamiento». Aunque no se hable de ellos, se estima que entre 30 y 40 millones de personas en el mundo son nómadas. Este año los premios Óscar parecen haber querido rendir tributo a estos millones de personas con una película que describe las vidas humildes de estos seres humanos que tienen un contacto más cercano con la tierra y se mueven con sus furgonetas de un lugar a otro.

Nomadland (Chloé Zhao, 2020) relata la historia de una mujer que ha vivido la mayor parte de su vida junto a su marido en un pueblo que se creó tras la conversión de distintas sociedades en una empresa madre dedicada a la extracción de roca de yeso y fabricación de yeso en Empire, Nevada, y que tras ochenta y ocho años cerró en 2011, haciendo desaparecer al pueblo también —hasta el punto de que el código postal dejó de usarse—. Basada en hechos reales pero con un personaje protagonista ficticio que intenta mostrar el cambio de una persona con una vida corriente que pierde a su marido, casa y amigos y debido a la situación de precariedad que vive, se ve obligada a partir y se convierte así en nómada. Con la siempre excepcional Frances McDormand que interpreta a la mujer protagonista conocemos la vida diaria de una nómada y hacemos un viaje junto a ella de casi dos horas en el que nos rodeamos de naturaleza —y la disfrutamos gracias a la fabulosa fotografía de esta cinta—, conocemos a gente en nuestro camino y las historias que les acompañan, intentamos sobrevivir a base de trabajos precarios y vivimos la vida viajando en una furgoneta que nos da cobijo y en la que caben todas nuestras pertenencias.

Nomadland tiene mucho en común con The Rider, otro largometraje de la directora Chloé Zhao que ya sorprendió por la magnífica puesta en escena y fotografía que retrataba una historia real con ciertos toques de western que se centraba en la búsqueda de la identidad personal de alguien que acababa de experimentar un suceso trágico. Al igual que The Rider, Nomadland describe esta historia con silencios, sonido ambiente y música instrumental y se rodea de verdaderos nómadas que relatan sus propias vidas como personajes secundarios aportando más realismo al relato y dejando que mucho de esta historia sea interpretado por el espectador con las buenas actuaciones de su reparto que muestran más de lo que dicen sus diálogos. La última película de Zhao da visibilidad a los millones de nómadas del mundo por invisibles que ellos sean para la sociedad, critíca temas como el sistema de pensiones o la situación precaria que muchos viven y destaca que es una forma de vida que nos ayuda a conocernos a nosotros mismos.

«Nos veremos en el camino»