A pesar de que considero premios con tan magnitud como los Oscars una mera estafa y artimaña de muchos, lo bueno que tienen este tipo de premios para las películas nominadas es la propaganda que consiguen. Logran un aumento de espectadores considerable gracias a toda la publicidad que se les da. Realmente muchas de ellas no hubiesen tenido tantísima recaudación si no fuese por sus nominaciones, y ni qué decir tiene si ya son premiadas. Y es que, reconozcámoslo, en el momento que una película consigue premios y consigue estar en los titulares de los telediarios o los periódicos, la gente se lanza a verlas. Han oído sus nombres en tantos medios que cuando piensan en qué película ver, se les vienen a la cabeza estos títulos.

Sin embargo, es importante decir que no por ello son mejores. Voy a poner el ejemplo de la ganadora de este año en los Goya: Truman de Cesc Gay. Mejor película, mejor director, mejor actor principal, mejor actor de reparto… sinceramente, no se los merece. Una vez vista puede verse una película insípida que tiene muchas carencias, entre ellas la de sentido y la de sustancia. En parte diría que el problema reside en el guión en sí, y así es muy difícil conseguir una buena película. Por eso es sorprendente que algunas películas lleguen a ser nominadas y mucho más premiadas, cuando estoy segura de que hay mucho mejor cine presente que no se ha tenido en cuenta para estos eventos. Por tanto, puede que al final todo sea una cuestión de propaganda.

Ricardo Darín y Javier Cámara junto a Truman en Truman