Aunque generalmente sea fácil predecir las candidatas a llevarse los galardones a mejor dirección o película en los premios de cine existentes, en ocasiones, sorprende que una película aparentemente pequeña o de un país que no sean los de siempre pueda llegar lo lejos que está llegando Parásitos (Gisaengchung, Bong Joon-Ho, 2019). La séptima película del director coreano Bong Joon-Ho nos traslada a la vida de una familia pobre que sin trabajo, comienza a buscarse un futuro cuando el hijo empieza a dar clases particulares a la hija de una familia rica.

Sin entrar en detalle de la trama puesto que ver una película sin saber de qué trata puede llevarte hacia horizontes imprevistos, Parásitos puede gustarte más o menos, pero lo que desde luego consigue es dejarte un nudo en el estómago tras visionar sus dos horas de largometraje. Con una excepcional primera parte que nos introduce a la familia protagonista, este drama social utiliza la música clásica para subir la intriga de su historia y crear una tensión que sorprende tras un pausado comienzo.

Aunque posee cierta falta de equilibrio en la historia tras una mayor parte de tranquilidad que difiere con la rapidez del final o de algunos de los momentos más relevantes de ella, Parásitos impresiona por no tener un futuro definido que sorprende al espectador que no sabe qué será lo siguiente que se va a contar. A su vez, la claustrofobia de su testimonio y la diferencia de clases que describe dentro de la exposición de familia que es lo que sustenta la película, acompañan a una excelente fotografía que deja imágenes memorables que nos permiten reflexionar sobre la sociedad que hemos construido y en la que vivimos. Quizás muchos se pregunten cómo ha llegado Parásitos a ser candidata y ganadora de tantos premios cuando la pregunta debería ser cómo ha llegado esta familia hasta ahí.