El director británico Francis Lee se estrena en la dirección de un largometraje con una obra sencilla y humilde cargada de sentimiento y humanidad. Tierra de Dios (God’s Own Country, Francis Lee, 2017) narra la vida de un joven dedicado al campo que ayuda a su padre y vive junto a él y su abuela en una casa rodeado de naturaleza. Dedicado completamente a la vida rural, llevar la granja con todos los animales y sus cuidados le ocupa la mayor parte de sus horas y el joven se evade de su rutina sumergiéndose en alcohol en sus horas libres. Todo cambia cuando se ven obligados a solicitar la ayuda de otra persona hasta que el padre mejore de sus problemas de salud.

Un relato muy maduro en su descripción y que posee un especial cuidado en el detalle para una historia que nos enseñará a valorar el duro trabajo del campo al cuidado de animales y a su vez, nos hará sentirnos cerca y empatizar con los personajes por distantes que puedan ser estos en muchos momentos. Tierra de Dios nos lleva a razonar sobre distintos temas entre los que están la inmigración, la homosexualidad o la vida rural, en parte debido a la escasez de diálogos que posee la cinta y a las continuas imágenes que dan pie a la reflexión y admiración del propio espectador de la dureza del trabajo y la maravillosa fotografía con la naturaleza de fondo de esta región de Yorkshire a la que se le llama comúnmente ‘God’s Own Country’, como el título original de esta cinta.

A muchos recordará a Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005) pero Tierra de Dios va mucho más allá del punto en el que lo dejó Ang Lee y se atreve a ahondar más en la historia y en los sentimientos que derivan de ella. El largometraje aborda a la perfección la sensación de aislamiento de los personajes así como la vulnerabilidad de los humanos cuando el amor aparece. Grandes interpretaciones de su pequeño elenco con una brillante pareja protagonista cuya química hace que sea fácil y maravilloso adentrarse en el relato. Los actores Josh O’Connor y Alec Secareanu deslumbran con sus respectivos papeles para un guión reflexivo y prudente con el que Francis Lee ha creado una joya de ópera prima.