¿Se puede volver a tener una vida «normal»  tras haber sufrido un suceso traumático? ¿Cómo nos afecta a nuestra forma de ser y vida el haber experimentado una experiencia traumática? ¿Es posible que tras sufrir una tragedia reconsideremos nuestra vida y sobre todo, nos animemos a cambiar y no nos dejemos llevar por la rutina diaria? Un año, una noche (Isaki Lacuesta, 2022) es un excelente largometraje que está basado en los testimonios de varios supervivientes del atentado que tuvo lugar en la sala Bataclán en París en 2015. La cinta nos hace cuestionarnos estas preguntas y nos lleva a pensar en ellas tras visionar la historia de una pareja de jóvenes que vivieron el momento del ataque terrorista en esa sala.

Si en algo destaca esta película es entre otras muchas cosas, en la manera que tiene de abordar un asunto tan complicado como es una tragedia como la que relata. Comienza con el final de la noche del suceso en el que la pareja protagonista camina por la calle con unos plásticos amarillos con los que se tapan y la siguiente secuencia es el día después. A través de flashbacks al pasado que se entremezclan con sus vidas presentes, vamos viendo diferencias entre la vida que tenían y cómo eran estas dos personas antes de una tragedia y cómo son después de ella. A su vez, cada uno tiene una forma distinta de enfrentarse a lo ocurrido y es interesante ver el debate que se plantea entre ellos y cómo lo lleva cada uno desde una posición externa puesto que traslada esa discusión también al espectador.

Las excepcionales interpretaciones de Noémie Merlant y Nahuel Pérez Biscayar crean una bonita historia de amor entre dos jóvenes que tienen que hacer frente a un suceso trágico que amenaza con terminar sus vidas y su relación y que nos llevará a vivir junto a ellos un camino de reconstrucción en el que las secuelas son evidentes. Un año, una noche tiene tal buen montaje y composición que a pesar de ser un drama doloroso, muestra una preciosa historia de amor y amistad con la que tenemos la oportunidad de preguntarnos si la vida a veces necesita darnos un toque de atención para que nos demos cuenta que solamente tenemos una vida y quizás no estemos haciendo aquello que de verdad queremos hacer.