Guillermo del Toro presenta una de las películas más oscuras de su trayectoría cinematográfica. El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 2021) es una adaptación de la novela escrita por William Lindsay Gresham que ya fue llevada al cine en los años 40 por Edmund Goulding, y que ahora el director mexicano ha decidido volver a adaptar para la gran pantalla. La película sigue la vida de un joven feriante que se busca la vida a base de trabajos con los que estafa a las personas para ganarse la vida. La grandiosa fotografía con el circo y sus atracciones como punto de encuentro entre feriantes y consumidores nos adentra rápidamente en la rutina de este hombre.

Unos colores principalmente crudos que predominan en las imágenes se entremezclan con la oscuridad de la noche, la lluvia, las atracciones de feria y la historia de un hombre que parece estar sobreviviendo en la vida como puede sin rumbo fijo, dando como resultado una formidable puesta en escena cuya banda sonora compuesta por Nathan Johnson termina de poner la guinda a este relato caracterizado por el drama y la intriga con claros toques de cine negro en su composición. Temas como el alcoholismo, las violaciones a mujeres o la vida dentro del circo se tocan en mayor o menor medida en esta historia situada principalmente en los años 40, en la que sus personajes y las relaciones que van formándose entre ellos serán las que nos atraparán y conseguirán que sigamos viéndola.

Aunque el largometraje puede resultar largo, son necesarios sus ciento cincuenta minutos de duración para entender mejor la evolución del personaje protagonista. Fantasía y realidad se unen en este drama psicológico con una moraleja clara que se consigue gracias a todo el camino de subidas y bajadas que recorre el protagonista. Con las excepcionales interpretaciones de Rooney Mara, Cate Blanchett y Bradley Cooper a la cabeza junto a Toni Collette, Willem Dafoe y Richard Jenkins como secundarios, esta fábula sobre el fin del alma humana es grotesca como suele ser el cine de Guillermo del Toro y se caracteriza por escenas repletas de detalles y un estilo creativo que se ha convertido en una seña de identidad del director.