El director de cine Martin Scorsese decide llevar a la gran pantalla el libro de Brian Selznick y deja a un lado las películas con italo-americanos como protagonistas para rendir homenaje al mago y director de cine de finales del siglo XIX, Georges Méliès. La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011) relata la historia de un niño que tras quedarse huérfano y vivir solo en una estación de trenes francesa, inicia una aventura para lograr hacer funcionar el invento que adquirió su padre, sin saber que durante el camino conocerá y aprenderá junto a una serie de personajes un tanto peculiares pero realmente entrañables que le cambiarán la vida. Esta producción de Scorsese es también el tributo del director al cineasta francés que empujado por sus sueños y movido por su imaginación, consiguió realizar un tipo de cine que sigue siendo tremendamente influyente en la cinematografía actual.

La huella que dejó Méliès empezó con su especial reconocimiento al cine de los hermanos Lumière y fue más allá, recreando a un gran número de personajes que no paran de moverse, una cámara totalmente quieta y una excelente banda sonora. Un nuevo cine de ciencia ficción y fantasía que el cineasta francés reprodujo en los diversos cortometrajes que realizó a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. La puesta en escena y la recreación de Scorsese junto a las soberbias actuaciones de los actores Asa Butterfield y Ben Kingsley hacen que La invención de Hugo sea La historia interminable (Die unendliche Geschichte, Wolfgang Petersen, 1984) del siglo XXI. Y además, gracias al repaso que vemos en esta película sobre la vida y la cinematografía de Méliès, Scorsese nos hará aprender un poco más sobre la historia del cine recordando por ejemplo, esa imagen de la luna con el cohete estrellado en el ojo tan famosa que pertenece al cortometraje Viaje a la Luna (Le Voyage dans la lune, 1902).