«El ayer, el hoy y el mañana están conectados», así comienza el primer episodio de Dark (Baran bo Odar & Jantje Friese, 2017), una serie alemana de misterio e intriga en la que la desaparición de un niño en el pequeño pueblo de Winden nos hará recorrer sucesos similares de distintas épocas. La oscuridad que rodea al relato es también la protagonista de las secuencias de suspense que mantienen en vilo al espectador durante cada episodio, desvelando en pequeñas dosis los secretos de los habitantes de la localidad alemana.

Los constantes saltos en el tiempo y el abundante reparto de personajes que dan lugar a múltiples historias con las que el espectador deberá desenmarañar el rompecabezas es lo que realmente engancha al público en Dark. Si en su primera temporada el desconocimiento y la lentitud con la que avanza pueden ser los únicos obstáculos para seguir viendo sus episodios, la segunda temporada juega con ventaja y ofrecerá al público nuevas revelaciones con las que entretenerse, aumentando así el desafío que propone esta ambiciosa serie alemana.

Con unos episodios que siguen una estructura similar —como por ejemplo un momento de música que sin diálogos simplemente muestra a los protagonistas de ese episodio y deja que el espectador reflexione sobre cada historia previamente descrita—, la continua confusión que plantea la serie nos deja un puzzle cuyas piezas debemos ir montando y desmontando en cada episodio, en las que se exponen paradojas que intentan demostrar el comportamiento racional del ser humano y cómo nosotros somos los verdaderos protagonistas de nuestras vidas, pudiendo cambiar con nuestras acciones el transcurso de estas.