Amor en Oslo es la segunda parte de “Sexo, Amor, Sueños”, una trilogía que estrenó el director Dag Johan Haugerud en 2024. Tanto la primera parte Sexo en Oslo como esta segunda pueden verse en la plataforma Filmin. La tercera cinta, Sueños en Oslo, acaba de estrenarse en cines. Cada una de las tres películas es distinta y tiene diferentes personajes e historias. Por ello, pueden verse de manera independiente.
El sonido del saxofón romantiza la secuencia con la que se inicia la historia de esta médico que tras salir del trabajo, acude al encuentro de su amiga para reunirse con amigos de ella. Desde el inicio, Amor en Oslo nos lleva a escuchar los diálogos que mantienen sus personajes y las conversaciones que surgen entre ellos. El filme romantiza los trayectos en ferry en los que tienen lugar encuentros con desconocidos.
Durante varios días de agosto seguimos las vidas de dos personajes principales, una médico y el enfermero que trabaja con ella, en las que se dedican principalmente a trabajar y a relacionarse con personas de su entorno en su tiempo libre. “Suena a gloria cuando no puedes tenerlo. Sentarse a tomar un café. Observar a la gente”, dice uno de sus personajes. Y eso es lo que hará el espectador que se decida a ver esta cinta.
Un viaje emocional a través del tiempo compartido
Estamos tan acostumbrados a que las secuencias sean sobre todo fuentes de información y sucesos constantes que, cuando una película nos muestra vídeos de la propia ciudad durante un rato sin nada más, nos puede resultar extraño. Y eso es lo que ocurre en Amor en Oslo. Un largometraje que nos lleva a observar la vida de otros con naturalidad, y hace hincapié en las relaciones humanas y lo que nos rodea, viviendo el presente y destacando la bondad que existe en el ser humano.
Muchos temas se tocan en la cinta. Desde la homosexualidad, el miedo, el sida, la amistad, el cáncer o el amor. Pero sobre todo, lo mejor de ella son las relaciones y las conversaciones que tienen lugar. Amor en Oslo nos hace ver el mundo como en tiempos en los que no había teléfonos móviles y la gente no iba mirando este artilugio a todas horas en todos los sitios. La tranquilidad y paz que transmite permite al espectador observar otras vidas sin juzgarlas, y también escuchar las conversaciones ajenas con interés.
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