En una sociedad modernizada como la que vivimos, el ritmo frenético que llevamos y la forma de socializar tan distinta a la de hace tan solo unos años ha transformado la forma de vivir y de conocernos. Tan cerca, tan lejos (Deux moi, Cédric Klapisch, 2019) relata las vidas de dos jóvenes treinteañeros que viven en dos edificios contiguos en París sin conocerse y a pesar de llevar dos rutinas distintas con las que comparten puntos en común, ambos parecen tener un mismo objetivo de vida. Ella trabaja en un laboratorio, se duerme en cualquier lado y está buscando pareja a través de aplicaciones. Él trabaja en una multinacional en la que los trabajadores son números, no duerme bien por las noches y parece estar sufriendo una depresión. Ambos van al psicólogo.

Con las espléndidas actuaciones de los actores Ana Girardot y François Civil, el realismo de sus relatos hace que sea maravillosa incluso cuando no hay diálogos y la película se nutre de sus interpretaciones para representar más de lo que podría haber conseguido con palabras. Con leves toques de humor que pintan el drama del largometraje, su director consigue que dos historias sencillas entretengan al espectador y describan la monotonía que puede aportar una gran ciudad.

Desde su primera secuencia, los excepcionales encuadres y la buena fotografía que dibujan ambas historias se complementan con una banda sonora suave y excepcional que envuelve los dos relatos a la perfección. Ambos protagonistas son un retrato de la generación actual que explica la soledad que tiende a existir en grandes ciudades como aquí sucede en París. Las distintas maneras de relacionarnos en el siglo XXI, las variadas formas de interactuar en el trabajo y la monotonía de las vidas de estos jóvenes hacen que Tan cerca, tan lejos sea una cinta extraordinaria y nos descubra a un director como Cédric Klapisch con una amplia carrera en la dirección y un ejemplo de cine brillante.