¿Qué se puede esperar de una adaptación de una obra de finales del siglo XIX en pleno siglo XXI? ¿Originalidad, respeto a la obra, o una modernización de esta? Cuando ya se han hecho cuatro películas y dos telefilme de Madame Bovary que culminó la carrera de Gustave Flaubert, la directora Sophia Barthes se ha animado a recordar a los jóvenes de ahora la historia de Emma Bovary.
Emma es una mujer casada con un médico en una aldea francesa, y empujada por la soledad y la monotonía que la rodea, comienza una relación complicada con el dinero y los hombres. Lo curioso es que no se ha aprovechado el posible desconocimiento que muchos puedan tener de la obra ya que Madame Bovary (Barthes, 2014) empieza mostrando el trágico final. Un desenlace tan memorable en la novela y en la mayoría de las obras literarias de esa época. La pregunta es, ¿era necesaria otra versión de la aclamada novela?
Emma Bovary: atrapada entre normas y deseos
Lo cierto es que seguramente no. Con seis adaptaciones anteriores, cualquiera que quiera ver representada esta obra dentro del séptimo arte puede elegir una de ellas y ver de nuevo una historia bastante trágica. Un relato que narra lo que la soledad y la desesperación puede hacer en una mujer bastante inteligente como Emma Bovary. La actriz Mia Wasikowska vuelve a meterse en el papel de una mujer pobre e inocente que sufre las consecuencias de una época en la que la mujer es casada con el hombre que elige su familia. Tras el matrimonio es relegada a una vida rutinaria y aparentemente aburrida que la llevará en este caso al desastre.
Una de las maravillas de la cinta es ver el progreso de la personalidad de la protagonista. Observar que comienza siendo una mujer inocente y vulnerable que no parece saber mucho de la vida, y acaba sufriendo los engaños de un hombre que le enseña la facilidad de conseguir dinero a cambio de que ella pueda vestir vestidos glamurosos. Esto hará que su personalidad vaya cambiando por los problemas que va experimentando. El problema de esta nueva adaptación de Madame Bovary reside esencialmente en la narración tan aburrida y lenta que nos recuerda a la propia vida de Emma Bovary, y que no engancha al espectador en ningún momento.
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