Tras escribir novelas como La playa —en la que se basó la película de Danny Boyle—, dirigir películas como Ex Machina (2014) y Aniquilación (Annihilation, 2018) —leer reseña pinchando aquí—, o escribir potentes guiones como el que realizó para 28 días después (28 Days Later, 2002), Alex Garland vuelve con guión y dirección propio en Civil War (2024), un thriller bélico en el que Estados Unidos se encuentra en una guerra nacional y el apocalipsis es la imagen que reina en el país americano. En esta cinta, Garland se centra en el viaje que realizan unos periodistas de guerra, quienes se encuentran en Nueva York y su plan es llegar a Washington antes de que asesinen al presidente de Estados Unidos. La película es un drama que se posiciona en un futuro distópico con el que su director reflexiona sobre los seres humanos y dentro de ellos, el papel que tiene la prensa.
La distopía que presenta Garland es tan real como preocupante. Con una sociedad en la que el salvajismo de los humanos destaca en esta guerra imparable, y una prensa respaldada por la sociedad para fotografiar las innumerables muertes que van teniendo lugar cada día. Civil War se convierte así en un thriller de acción que mantiene la intriga en todo momento, y que realiza continuas pausas para que el espectador respire ante la masacre que vemos, siendo su banda sonora el instrumento de reflexión dentro de todo el caos y catástrofes en los que se meten los periodistas, pero también como manera de digerir mejor momentos que son complicados de gestionar.
Esta road movie critica el papel de la prensa, y ese sensacionalismo morboso que triunfa en el periodismo gracias a muchos sectores y lectores que lo respaldan, y en general, a una prensa compuesta por humanos que terminan deshumanizándose en el camino. Y dentro de este retrato a los reporteros de guerra, la película es también una mirada hacia la sociedad, y a la locura de tantos hombres que termina campando a sus anchas en momentos de incertidumbre y anarquía, y en la que el racismo y machismo es la droga que mueve a aquellos que están necesitados de más sangre. ¿Dónde queda entonces la sensibilidad del periodista? ¿En qué momento todo evolucionó para que lo que importe sea el enfermizo deseo de fotografiar el momento de la muerte de otros seres humanos?
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