Derek Cianfrance se estrenó como director con el drama romántico Blue Valentine (2010) en el que nos sorprendió a todos por la realidad con la que describía la historia de un matrimonio interpretado por los actores Ryan Gosling y Michelle Williams, que se enfrentaba a los altibajos del tiempo, la monotonía y la madurez de una pareja. Dos años más tarde Cianfrance volvía a elegir a Gosling para su papel principal en Cruce de Caminos (The Place Beyond the Pines, 2012), en el que repetía con una historia de amor con toques de drama pero en el que el crimen y lo policíaco cobraban más importancia. Para su tercera y última película, el director deja el cine independiente que tan bien le ha funcionado anteriormente para llevar la novela de M.L. Stedman al cine. La luz entre los océanos (The Light Between Oceans, 2016) nos sitúa en una comarca australiana en el año 1918, donde su población intenta hacer resurgir el pueblo tras el fin de la guerra contratando a un nuevo farero. La historia gira en torno a la vida del farero, quien se casa con una de las muchachas del pueblo y juntos construirán una vida en la pequeña isla.

La vida solitaria que mantienen en la casa del faro y el idílico romance que viven se verá alterado por una serie de acontecimientos entre los que se encuentra la llegada de un bote con un recién nacido que cambiará sus vidas para siempre. Con unos paisajes sensacionales en los que la naturaleza y un inmenso mar de fondo recalcan la soledad que vive la pareja frente al resto de la humanidad, la historia de amor interpretada por los actores Michael Fassbender y Alicia Vikander—que también traspasó la pantalla como años atrás consiguió Cianfrance al unir a Ryan Gosling y Eva Mendes en la película Cruce de Caminos—, nos describe el amor de dos almas tímidas a quienes la tragedia que sufren les conduce hacia un futuro inestable y dramático. La cinta se sumerge en el dolor del relato que es la esencia de este drama de época que nos recuerda a las historias trágicas que tanto proliferaban años atrás con el drama siendo el protagonista. Puede que no nos importe volver a revivir uno de aquellos melodramas románticos de nuevo, en los que se nos hace ver las distintas versiones de una misma historia para descubrir que las dos caras de la moneda son igual de trágicas, pero lo cierto es que también podemos prescindir de ella sin perdernos nada significativo.