Como adultos, los seres humanos vemos la vida de una manera condicionada por lo que la sociedad nos ha enseñado, lo que nuestra educación nos ha hecho aprender y las experiencias que hemos vivido durante cada etapa de nuestra vida. En 20.000 especies de abejas (Estíbaliz Urresola Solaguren, 2023) se nos da la oportunidad de conocer la historia principal de la cinta desde el punto de vista de la niña de ocho años, cuando la sociedad está empezando a enseñarle esa normalización construida, está recibiendo educación desde el colegio y la familia, y está viviendo cada vez más experiencias nuevas. Gracias a esa mirada inocente todavía podemos intentar comprender las preguntas, sentimientos e incomodidades de la joven protagonista tanto cuando está rodeada de adultos como cuando lo está de otros niños.
La cinta nos lleva al momento en que una madre viaja junto a sus tres hijos desde el País Vasco francés hasta el pueblo vasco en el que se ha criado para pasar unos días de vacaciones cuando parece que está viviendo una crisis personal y profesional. La vida junto a la abuela y tía de los niños en el pueblo hará que una de ellas manifieste la incomodidad del nombre masculino que le han puesto y con el que no se identifica, y va sacando ese tema a la luz que parece que nadie quiere escuchar. Este nuevo proyecto de Estíbaliz Urresola comparte con su excepcional mediometraje Cuerdas (Estíbaliz Urresola Solaguren, 2022) esos silencios tan necesarios en la narración y una gran dosis de realismo, con los que la autenticidad de su historia plantea de nuevo un debate sobre las decisiones que tomamos en la vida y lo importantes que son por lo que implican para nosotros y para quienes nos rodean —leer reseña pinchando aquí—.
Patricia López Arnaiz y Sofía Otero en una imagen de ‘20.000 especies de abejas’ (Foto: Movistar Plus+)
20.000 especies de abejas nos recuerda lo importantes que son las palabras y las acciones de los adultos que los niños están continuamente viendo y a su vez, el cuidado que debe tenerse al plantear esas palabras y acciones para no herir ni dañar a los más pequeños. Asimismo, la cinta demuestra lo difícil que es poder ser uno mismo cuando ser uno mismo significa ser diferente a los patrones estandarizados creados en la sociedad. Una normalización construida por una mayoría y que solo engloba a un grupo en la sociedad y deja fuera a muchos que no entran dentro de esa normalización ficticia. Es fácil ver en esta historia la barrera invisible que construyen los adultos para hacer sentir mal a quien no cumple con sus marcados patrones y no dejan ser libre al que no es igual que ellos porque no aceptan que no es un problema que otra persona no sea como la mayoría.
Alejándose de la confrontación violenta y con mucha delicadeza, la directora se adentra en el tema desde la sencillez, la escucha y la sutileza. Las grandes interpretaciones de su elenco entre las que la mirada femenina de la tía, la abuela y la madre se tratan en profundidad hacen que las actuaciones de sobre todo, las actrices Patricia López Arnaiz y Sofía Otero, sean insuperables. A un ritmo lento pero necesario con esos silencios y calma para comprender y asimilar las distintas miradas hacia un mismo tema que terminarán emocionándonos con su asombroso final, 20.000 especies de abejas nos lleva hacia esa búsqueda de la identidad que se aleja de los patrones marcados por la sociedad en la que vemos —y en algún momento nos avergonzamos—, del comportamiento adulto frente a la valentía y seguridad de una niña.
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