Alcarrás es un municipio de la comarca de Cataluña. La película del mismo nombre nos sitúa en este entorno que relata la vida de distintas generaciones que cohabitan en un mismo lugar y trabajan conjuntamente en la recogida de melocotones. Abuelos, padres e hijos y cada uno a su manera ayudan en el trabajo en el campo y en la recolecta del producto. Alcarrás (Carla Simón, 2022) comienza con una noticia que puede peligrar este trabajo que lleva haciéndose en la familia durante ochenta años. El largometraje consigue hacernos ver estas experiencias de vida desde distintos ángulos y puntos de vista. Desde el de la niña pequeña y el adolescente hasta el del padre y el abuelo. Cada uno vive los hechos de distinta manera desde sus distintas perspectivas y el espectador tiene la oportunidad de verlo desde fuera, viendo cómo afecta a cada uno individualmente pero también cómo lo viven en conjunto.
Con un reparto de actores no profesionales que se dedican a trabajar la tierra, seguimos los movimientos de sus personajes, y con recurrentes secuencias que se centran en planos que observan los gestos de sus protagonistas y no tienen diálogos, podemos hacernos una idea de lo que piensan, sienten y viven los miembros de esta familia. El concepto de familia está de nuevo maravillosamente retratado por su directora y es precisamente gracias a la naturalidad con la que se retrata este relato. Alcarrás recuerda mucho a la ópera prima de Carla Simón Verano 1993 (Estiu 1993, 2017), que también elaboraba una portentosa fotografía de la familia y en ese caso, la mirada se centraba en la niña protagonista. Al igual que lo fue su primer largometraje, Alcarrás narra una historia simple pero con un significado valioso y grandioso. Conmueve el conjunto del relato precisamente por su composición e interpretaciones del reparto al completo.
Vuelve a sorprender la empatía de su directora para describir con naturalidad a los personajes y sus historias y crear un retrato de familia sublime a través de un relato complicado de describir. Con Alcarrás, Carla Simón consigue describir el conflicto de las tierras y lo que esto afecta a los componentes de una familia, los problemas de salud que produce el sacrificado trabajo en el campo, la vida en el rural con sus fiestas populares y la convivencia en familia, las protestas de los agricultores por los bajos precios que reciben y sobre todo, la cotidianeidad del día a día y ese tiempo pasado que parece que estamos olvidando demasiado rápido.
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