El tándem Julio Medem y Najwa Nimri vuelve a trabajar juntos y esta vez lo hace en una película con guión del mismo Medem con la que viajamos junto a una joven pareja a una casa de un pueblo que pertenece a su familia para escribir juntos la historia de sus raíces familiares. En ese viaje irán descubriendo el pasado que vivieron sus parientes para entender mejor sus vidas actuales. El árbol de la sangre (Julio Medem, 2018) es un enigmático relato que pretende atrapar al espectador desde sus primeras secuencias sin llegar a regocijarse en el melodrama y el culebrón con los que podría caer dado lo enrevesado de su trama principal.
Una minuciosa banda sonora compuesta por Lucas Vidal sabe darle ese punto de suspense y dramatismo a todo su desarrollo. No es fácil poner en marcha la mecánica de la narrativa y la yuxtaposición de sus diversas historias y sin embargo, se consigue hacer que funcione todo ello, encajando las piezas y dando como resultado una interesante exposición. Si decidimos dejarnos atrapar por la historia que posee además un gran reparto encabezado principalmente por Úrsula Corberó y Álvaro Cervantes en el que están espléndidos, nos entretendrá esta historia de intriga con toques de thriller y mucho romance de por medio.
Un guión bien hilado y distintas narrativas que están bien compuestas entre sí, entrelazando en la pantalla sus distintos relatos con éxito es lo que hace que sea interesante el nuevo proyecto del director vasco. Este drama que usa la literatura como nexo de unión del conjunto de historias de las que se compone supone un reto ambicioso para Medem, que sale airoso y victorioso de su último metraje. Con las señas de identidad del director aquí reflejadas que nos recordarán a la cinta Lucía y el sexo (2001) por sobre todo el erotismo de las relaciones, El árbol de la sangre va más allá de los cuerpos desnudos y el sexo y aquí gana fuerza el peso de la narración y las historias.
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