Con una grabación casera en plena noche desde la cama matrimonial en la que una mujer ayuda a recordar quién fue Augusto Góngora a esa misma persona, y ella, la actriz y política Paulina Urrutia le explica que se conocieron hace más de veinte años, están casados y construyeron una casa juntos, con esa primera secuencia comienza La memoria infinita (Maite Alberdi, 2023), un documental que muestra momentos íntimos entre la pareja protagonista y se centra sobre todo en el momento en que a él le diagnostican la enfermedad de alzheimer cuando tiene 62 años. Desde paseos en los que ella le lee un libro a él, conversaciones sobre la muerte, los cuidados que ella le hace a él o cómo él la observa a ella mientras trabaja en obras de teatro; estas grabaciones en distintos momentos de su vida introducen la cotidianeidad y engrandecen los pequeños momentos que nos regala la vida.

El pasado y el presente se entrelazan en el documental, dejando ver quiénes eran y quiénes son ahora tras el paso de los años y la convivencia con la enfermedad. Los reportajes periodísticos de Góngora y las secuencias de películas o grabaciones de trabajo como política de Urrutia vuelven a ser visionados por ellos, recordando el pasado de su país y sus carreras profesionales. Este viaje en el tiempo nos hace darnos cuenta de lo que uno fue y lo que termina siendo, el camino hacia la vejez y la vida misma. Y entre todas las alusiones al pasado, la pareja va creando más recuerdos en el presente, y se nos enseña una historia de amor verdadera que llega a traspasar la pantalla. Tanto en las grabaciones que vemos del pasado como en los momentos más complicados de su presente, el aprecio que se tienen, la forma en la que se hablan y el cariño que se palpa construyen una historia de amor incondicional.

El documental nos muestra momentos personales que harán que aquellos que han convivido con familiares que han sufrido esta enfermedad se vean muy identificados aquí, vemos momentos tan íntimos de la pareja que se sienten a veces como una invasión de su privacidad. Y es que la realidad del deterioro mental y físico es evidente. Sin embargo, ella sigue hablándole, leyéndole, recordándole, y así, ambos siguen sonriendo a pesar de todo. Y de esta manera, La memoria infinita se convierte en una preciosa historia de amor con una escena final que es memorable, y pone el broche final a un relato que derrocha humanidad, promueve la palabra, refleja los momentos más íntimos entre dos personas, la confesión de sus sentimientos y el estar siempre ahí para el otro, tanto en los buenos como en los malos momentos.