Es tan real que da miedo.
Icíar Bollaín nos cuenta magistralmente la historia de una víctima de violencia de género sin enseñar ninguna escena explícita de malos tratos. Y ahí es donde está la magia de la cinta. Junto con un buen reparto encabezado por Laia Marull, Candela Peña, Rosa María Sardá y Luis Tosar, los cuatro están brillantes en sus papeles, y una espléndida forma de narrar los hechos, nos encontramos con una película que conmueve y nos hace volver a replantearnos ese tema que sigue estando presente desgraciadamente en los informativos de cada semana. ¿Cómo una mujer (o un hombre) puede aguantar tanto en una situación como la de Pilar (Laia Marull)? ¿Qué hacer ante tal situación siendo familiar o amigo de la víctima y/o del maltratador?
Te Doy mis Ojos (Bollaín, 2003) no sólo es la historia de la víctima que no puede hacer frente a lo que le está ocurriendo, y la de su maltratador, que acude a un psicólogo intentando creer que no lo volverá a hacer, también es la historia de la gente que les rodea: la madre, la hermana o los compañeros de trabajo. La cinta consigue que nos pongamos en la piel de cada uno de ellos y que a veces nos asuste lo dentro que hemos conseguido meternos en el papel de cada personaje. Además, la película también hace que entendamos un poco más lo que le lleva a cada uno a actuar como lo hacen gracias a que vamos conociéndoles poco a poco y a que son gente muy real, podrían ser nuestros vecinos o nuestros compañeros de trabajo. La representación de simplicidad y realismo la hace ser todavía más aterradora.
(SPOILERS)
Hay dos escenas que impresionan y se nos quedan en la memoria y rememoraremos, incluso cuando han pasado unos años de ver la cinta como es mi caso:
- La escena de la cocina. Cuando él va a pegarle y ella se tapa temblando a más no poder, haciendo que hasta él se sorprenda al verla tan mal sin haberla tocado.
- La escena más humillante que le hace a ella reaccionar. Cuando la maltrata psicológicamente por esos celos, ese miedo a perderla y ese TODO, y le arranca la ropa dejándola desnuda y encerrándola en la terraza. El momento en que ella se derrumba y cae al suelo llorando es extremadamente duro.
De hermana a hermana/víctima: «Tengo la sensación de que no he sabido ayudarte».
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