El director Mikel Nichols, más conocido por sus dramas románticos con títulos que a todos nos sonarán como El graduado (1967), Armas de mujer (1988), A propósito de Henry (1991), u otras más recientes como Closer (2004) o La guerra de Charlie Wilson (2007), tuvo gran éxito con la comedia Una jaula de grillos (The Birdcage, 1996) que mostraba al público americano —y al resto del mundo gracias al recorrido que tienen las películas estadounidenses— su propia versión del largometraje francés Vicios pequeños (La cage aux folles, 1978). El relato gira en torno a una pareja de homosexuales que vive encima de un club nocturno en el que trabajan como director y artista respectivamente, y quienes reciben la visita de su hijo comunicándoles que se va a casar con la hija de un senador, y les incita a esconder sus verdaderas personalidades para que el encuentro con los padres de la prometida sea satisfactorio.
Es evidente que el espectador espera esa explosión de realidad en la que todo salta por los aires, pero mientras tanto, la historia se va sosteniendo mientras camina de puntillas a través de una evolución que sabemos que no va a terminar bien. Y hasta que eso suceda, los momentos de humor están asegurados gracias a las excepcionales interpretaciones de los actores Nathan Lane, Robin Williams y Hank Azaria. Basándose en unos pensamientos retrógados y prohibitivos que interpreta el personaje del recién fallecido Gene Hackman —pero que lamentablemente resuenan demasiado hoy todavía, cuando pronto se cumplirán treinta años del estreno de la película—, la comedia sirve aquí como antídoto para paliar tantos juicios antiguos y desfasados hacia aquellos que no quieren abrir su mente y aceptar las distintas formas de ser y vivir de otros.
Con ciertos momentos enternecedores y cogiéndole mucho cariño a la pareja protagonista y a su mayordomo, Una jaula de grillos pretende hacer que muchos se desprendan de prejuicios obsoletos exagerando los dos lados tan extremistas que representan estas dos familias. Una historia contada por primera vez en una película en los años 70, que vuelve a estrenarse con una versión similar en los años 90, y, que hoy, en el año 2025, sigue siendo igual de necesaria para reírnos con todo lo que está cayendo a nuestro alrededor, y sobre todo, y pese a todos los estereotipos marcados que tiene, nos sirve para no dejarnos llevar por las nuevas olas que parecen ser muy ruidosas y extremistas en sus pensamientos, pero que no porque griten más tienen más razón.
Descubre más desde Noisy
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.