La esperada segunda temporada de Stranger Things (The Duffer Brothers, 2017) ha vuelto con nueve episodios en los que la trama sigue evolucionando tras el final abierto que nos dejó su primera temporada. Los niños están en plena pubertad por lo que la amistad entre ellos se verá enfrentada en ocasiones por los primeros flechazos y de nuevo, la combinación entre realidad y ficción vuelve a cautivarnos en un relato de misterio magníficamente realizado. El reparto se completa con algún personaje nuevo pero se respalda de los ya conocidos para seguir creando esa atmósfera de misterio y trasladarnos a los años 80 con un vestuario, una banda sonora y constantes referencias a la época que emocionarán a los más ochenteros.

En esta temporada parece que la serie quiere hacer un tributo más personal a esa década convirtiendo al actor Sean Austin —uno de los actores de la películas Los Goonies (The Goonies, Richard Donner, 1985)—en uno más del grupo, y aludiendo en su trama principal a cintas como Mad Max, The Terminator, The Ghostbusters o míticas canciones de artistas como Duran Duran, Jon Bon Jovi o The Clash. Esta segunda temporada tiene más acción, más peligro y más emoción que su predecesora y sus primeros seis episodios son buena prueba de ello, dando un bajón con la entrada de nuevos personajes en el séptimo episodio y dejando así unos últimos episodios que son más propicios del género de terror y que además de algún que otro susto, terminarán la temporada cargada de momentos dramáticos y melancólicos. Sin embargo, Stranger Things vuelve a recalcar la moraleja de su anterior temporada: la importancia de leer y la amistad, mostrándonos que ambas cosas nos ayudarán a saber cómo luchar contra un monstruo como el que ellos tienen que enfrentarse aunque sólo tengamos trece años —o nuestro cerebro sea el de un niño de trece años—.


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