Menuda década fueron los años 80 para el cine. Y qué características siguen siendo las películas creadas durante esos años que ahora recordamos con cierta nostalgia. Armas de mujer (Working Girl, Mike Nichols, 1988) es un ejemplo del cine de esa década, un drama romántico que a través de ciertas dosis de humor describe la historia de una joven que, a pesar de sus orígenes humildes, no se conforma con trabajos precarios y los puestos de trabajo que solían tener las mujeres entonces, y trabaja para conseguir algo mejor. El trato de los hombres a las mujeres tan vejatorio en distintos ámbitos de la vida se representa aquí durante todo el filme, y de nuevo, nos lleva a recordar que, en los años 80, el cine de muchos directores y guionistas describía una sociedad que después se repetía en el mundo real, y la mirada masculina con la que se contaban estas historias sexualizaba constantemente a los personajes femeninos.
⇓ SPOILERS A CONTINUACIÓN ⇓
Las actrices Melanie Griffith en su personaje protagonista y Sigourney Weaver como secundaria están ambas excepcionales en sus actuaciones. Muchos factores influyen en el camino que termina recorriendo el personaje de Griffith, quien viene de una clase social baja-media y el condicionante de ser mujer no le ayuda a crecer y ser respetada. El hecho de necesitar que al menos una persona crea en tu idea/proyecto o tener que hacer una enorme cantidad de triquiñuelas para que otros también vean tu trabajo y tu voz sea escuchada son otros de los inconvenientes que sufre el personaje. Un largo camino para conseguir lo que otros por su clase social o por su sexo van a alcanzar por mucho menos sin necesidad de tanto esfuerzo o trabajo. Y en toda esta historia lo que más se ve es el machismo, que está en cada secuencia de la película, tanto por parte de los hombres como de las mujeres. Y sumado a ese machismo está la farsa que traslada el mundo empresarial con una mentalidad —condicionada mucho por la sociedad americana— de que la vida se resume en trabajar para vivir.
Aunque el tema principal es interesante y la película termina convirtiéndose en un romance con toques dramáticos, la decisión del giro de guión podía haber sido otra mucho mejor que trasladara a la sociedad una imagen más cooperativa, y que, aunque esto suceda, el hecho de que no fuera el caso aquí en esa época hubiera mostrado una imagen que podría haberse trasladado también a la sociedad de entonces que viera esta cinta. Y si a todo lo anterior (las gafas con una mirada masculina que enfrenta a las mujeres y las ve como objetos sexualizados, y la venta del sueño erróneo que dice que dediques tus horas de vida a trabajar para conseguir un puesto en una oficina cerrada con secretaria), le sumamos la enorme diferencia de edad de la pareja protagonista —16 años entre ambos— ya que Melanie Griffith era treintañera y Harrison Ford estaba llegando a los cincuenta, nos damos cuenta de que estos mensajes normalizados y reproducidos de forma masiva terminan calando en el espectador.
Lo de la traducción del título al español de Working Girl a Armas de mujer lo dejamos para otra reseña.
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