Cuando uno va cumpliendo años se va dando cuenta cómo el mundo va cambiando a una velocidad imparable, haciendo que nuestras costumbres, trabajos y rutina se vean trastocados por una sociedad que se interesa por nuevos hobbies y que parece que deja de utilizar la cabeza a la hora de realizar los quehaceres de cada día. Curiosamente, suelen ser los más pequeños los que mejor se adaptan a estos cambios y sin embargo, más lentamente lo hacen los adultos o los más mayores. El gruñón (Mielensäpahoittaja, Dome Karukoski, 2014) es la historia de un abuelo que tras pasar toda su vida en una zona rural, se ve obligado a trasladarse a la ciudad para vivir una temporada en casa de su nuera, con la que notará cómo el mundo y principalmente la sociedad han cambiado tanto, que no puede llegar a comprenderles.

Las ideas, a veces racistas y sexistas del protagonista suelen chocar con la modernización y la globalización de una ciudad como Helsinki, en la que como se menciona en la película, las mujeres pueden ser las que mantienen un hogar y no es extraño ver a personas de raza negra cohabitando con otros finlandeses. Con la figura del narrador y el uso de flashbacks descubrimos un poco más los pensamientos y la historia de este abuelo gruñón, que con un punto de vista bastante negativo, sólo destaca el mal avance que ha sufrido la humanidad en los últimos años, y lo difícil que es encajar en este nuevo mundo. La película, que no sorprende en su desarrollo y tiene un final bastante predecible, pasará sin pena ni gloria por nuestras vidas, aunque dejará presente un mensaje que no viene mal recordar, y es que, a pesar de la edad y de los años vividos, todos seguimos aprendiendo, debemos ser capaces de reconocer nuestros errores por mucho que nos cueste y a veces, un cambio no tiene por qué ser tan malo como pueda parecernos al principio.

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