La sustancia, una crítica desgarradora a una realidad normalizada

A pesar de lo mucho que se lleva hablando de La sustancia (The Substance, Coralie Fargeat, 2024) y de la gran cantidad de premios que se está llevando la película, muchos todavía no saben bien de qué trata. Su primera secuencia —que es también imagen de uno de los carteles presentación— resume bastante bien lo que cuenta: un huevo frito al que se le inyecta una sustancia en su yema e inmediatamente, se consigue crear otro huevo frito. Mientras que su segunda escena nos relata en una excepcional secuencia el mensaje que resume el largometraje, y en el que vemos cómo se crea la estrella de cine del paseo de la fama que llevará el nombre de una reconocida actriz y el trato que recibe ese objeto con el paso de los años.

Querían que no nos olvidáramos de la cinta y desde luego que no lo haremos. Visualmente espectacular con mucho colorido y unas secuencias que nos llevan desde pasillos largos a planos tan de cerca que nos llevarán a sentir la repugnancia de momentos más cotidianos y normalizados de lo que nos gustaría; lo que empieza siendo un thriller termina convirtiéndose en una mezcla de terror y gore con los que se quiere describir el trato tan vejatorio que se ha construido en la sociedad en torno a la mujer, así como su objetividad y sexualización. ¿Y cómo se hace todo ello o cómo lo ha hecho Coralie Fargeat? Mediante un thriller psicológico que emplea la sátira para describir esa obsesión por la belleza que sectores como la industria cinematográfica en Hollywood llevan creando y alimentando desde su nacimiento, con el apoyo de otros sectores como la propia prensa o todas esas productoras de cine que están al mando de entretenimiento como la televisión.

Este producto revolucionario que vemos en La sustancia ya lo dejó caer la propia directora en su mediometraje Reality+ (2014), aunque, bien es verdad, que el relato que ahora presenta diez años después es mucho más espeluznante. En ese mediometraje premonitorio, la directora crea una brillante puesta en escena que nos sitúa en un futuro no tan lejano, donde los humanos pueden implantarse un chip en sus cuerpos que les permite elegir rostro y figura, y mostrar esa imagen al resto de personas durante doce horas al día. En Reality+ ya se describía la obsesión por la imagen que se iba extendiendo en la sociedad.

La sustancia está influenciada por películas a las que recuerda como El resplandor, La mosca, Carrie, Alien o El planeta de los simios, así como por la obra ‘El retrato de Dorian Gray’ de Oscar Wilde. Demi Moore se lleva el reconocimiento en esta película que parece representar bastante bien su realidad profesional, y cómo Hollywood, al igual que con otras mujeres, prescindió de ella cuando consideró que ya no era lo suficientemente joven y guapa —dentro de esos cánones tan machistas y destructivos que ellos mismos han creado y que no funcionan igual para los hombres—.

La sustancia podía salir bien o mal porque desde luego, es un filme arriesgado, incómodo y complicado de ver. Con esas cualidades pretende que todos nos demos cuenta de una vez por todas —y de ahí la descripción tan extrema que vemos en su historia—, del tipo de maltrato tan delictivo y denigrante que industrias como la del cine o la televisión han conseguido mantener durante décadas, imponiendo una obsesión por el físico a las mujeres que nos ha llevado hasta donde estamos hoy. Con el recorrido que lleva se puede afirmar que la última película de Fargeat ha salido bien, pero lo importante es que el mensaje cale lo suficiente como para derrumbar tantos techos que hoy en día siguen apoyando esa obsesión por la juventud y belleza, así como la falta de lugar y reconocimiento a las mujeres cuando empiezan a cumplir años.


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