En estos días en los que España se prepara para unas nuevas elecciones a las Cortes Generales, toca recordar una película que tiene la política española como referente y ha sido una de las triunfadoras de los Goya de este año 2019. El reino (Rodrigo Sorogoyen, 2018) relata la vida de un político autonómico que está a punto de conseguir entrar en la política nacional cuando se ve envuelto en un escándalo público al filtrarse unas grabaciones privadas. Con un ritmo frenético a base de música techno que enmarca la trama de corrupción en la que está implicado el protagonista, el espectador es testigo de los movimientos de un tipo de persona que conocemos y oímos hablar en los medios de comunicación cada día —y que elegimos los ciudadanos en las urnas—, pero con el que es difícil que empaticemos si no fuera por la oportunidad que nos da esta película de ser cómplices del fraudulento mundo en el que se ha convertido la política gracias a personajes como Manuel López Vidal.
Nutriéndose de la propia realidad, Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña han creado una historia que sorprende que no se haya realizado antes en España siendo un tema de plena actualidad que lleva años afectando al país y del que parece que nos hemos acostumbrado tanto a él que hemos llegado a normalizarlo. Con un aire a la tarantiniana Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992) en su escena inicial, el descaro de unos personajes perfectamente logrados como los que dan vida Antonio de la Torre, Ana Wagener o Luis Zahera y ese ritmo constante que nos mantiene en vela durante más de dos horas, El reino intenta hacernos entender a estos seres humanos que trabajando en la política han creado un sistema corrupto del que todos somos conscientes, pero del que los organismos y las personas no parecen querer ponerle fin.
⇓ SPOILERS A CONTINUACIÓN ⇓
Perfecta composición que nos impide reflexionar durante la cinta sobre lo que va sucediendo, debido principalmente a la velocidad del metraje y a unas localizaciones en ocasiones reducidas y agobiantes, hasta que llegamos a su última secuencia que nos deja una pregunta para la reflexión, «¿usted se ha parado a pensar alguna vez en todo este tiempo lo que estaba haciendo?».
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