Con un relato semejante al de su película original, el legado de Máximo Décimo sigue presente en esta secuela que vuelve a poner al frente a un gladiador como protagonista. Gladiator II (Ridley Scott, 2024) describe la historia adaptándola al tipo de cine que gusta en la actualidad, con la ayuda de unos efectos especiales que construyen secuencias que no tienen cabida dentro de los hechos en los que está basada. Ya no es que en Roma no se hablara inglés como lengua principal por sus emperadores, gladiadores y el pueblo en general; sino que el director Ridley Scott se apropia de la historia de otros para hacerla suya a su manera.

La secuela de Gladiator (Ridley Scott, 2000) puede describirse como un filme repleto de hombres que se juegan la vida por palabras como el honor, y sobre todo, en esta segunda parte, lo que más vemos es guerra, sangre y una masacre de personas de forma continua que ocupa la mayor parte de la película desde su inicio hasta su final. Una historia sin originalidad ni sorpresas que copia prácticamente a la de su original para ofrecer una producción gigante cuya puesta en escena pretende ser el todo, y unos actores —con el fantástico Paul Mescal a la cabeza— que recrean personajes que son descritos como el bando de los malos frente al bando de los buenos, pero que en su mayoría describe una población incívica e ignorante.

La venganza vuelve a ser el motor en la ficción para este tipo de películas que la audiencia no parece cansarse de ver, y de ahí que sigan haciéndose estas grandes producciones, y sigan amasando fortunas con ellas. El propósito de Gladiator II es el de entretener al espectador a base de sangre y testosterona, y el resultado es el de una secuela innecesaria.


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