La llegada de la segunda temporada de la serie Vida perfecta (Leticia Dolera, 2019) ha sido recibida con sentimientos opuestos. Por un lado, la expectación de seguir conociendo más sobre las historias de estas tres mujeres y Gari y por otro lado, con cierta tristeza saber que es la última temporada y solo se han realizado seis episodios. Si durante su primera temporada descubrimos a tres mujeres muy distintas entre sí y conocimos sus vidas en las que cada una caminaba por sendas diferentes —leer reseña pinchando aquí—, ahora cada personaje vive su crisis personal y somos testigos de esta nueva etapa de sus vidas y de cómo las afronta cada uno.
Han pasado seis meses desde que María dio a luz a su hijo y la maternidad que vive no es la que ella esperaba. El matrimonio de Cris sigue luchando por mantenerse, el cambio de vida de Esther sorprenderá a muchos con una estabilidad inesperada y Gari trabajará duro para estar a la altura de su reciente paternidad. El realismo de estos personajes, la estética en las que se sitúan las historias y los diálogos que componen el guión vuelven a hacer que empaticemos con los protagonistas y sus circunstancias. Con una segunda temporada mucho más oscura y dramática que su predecesora, Vida perfecta trata algunos asuntos como la maternidad y esos primeros meses tan complicados y nuevos para la madre, el sexo en distintas etapas de la vida, lo complicado que es cerrar una etapa, el querer seguir ese patrón construido por la sociedad de estabilidad y maduración o la paternidad vivida a través de un persona con diversidad funcional.
Las citas con el psicólogo son aquí una realidad que vuelve a recordarnos lo valioso que es hablar de nuestros temas personales con expertos que saben cómo ayudarnos con estos asuntos que muchas veces nos mantienen estancados o nos llevan a una situación peor. La serie creada por Leticia Dolera y escrita por la propia Dolera y Manuel Burque retrata de forma personal, con humor y cierta acidez las historias de tres mujeres treinteañeras que se encuentran en distintos momentos de vida y lo hace de forma realista e inteligente cuestionándose preguntas en el camino que son trasladadas también a los espectadores para que reflexionen sobre ellas mientras disfrutan de esta segunda temporada que es más breve pero igual de personal y entretenida que su predecesora.
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