La cocina, inmigración y precariedad en tierras estadounidenses

«Pensemos en cómo vivimos nuestra vida», es la frase con la que comienza La cocina (Alonso Ruizpalacios, 2024), una película mexicana que se centra en las vidas de un gran número de empleados que provienen de distintas ciudades latinoamericanas e intentan sobrevivir en país americano con empleos precarios con los que muchos esperan poder conseguir la residencia y abandonar el terreno ilegal en el que se encuentran. Sin derechos y algunos sin hablar el idioma, pese a pequeños altercados entre algunos de ellos, la historia comienza con una tranquilidad en su narración que poco a poco nos adentra en el estrés y caos en el que viven cuando comienzan los servicios dentro del restaurante.

Basada en la obra teatral del mismo título de Arnold Wesker, La cocina comienza con la entrevista de trabajo a una mujer mexicana que no habla inglés, y continúa introduciéndonos al resto de personajes y al día a día dentro de esos fogones cuando acaban de descubrir que falta dinero en una de las cajas. La empresa inicia un procedimiento que cruza los límites de la profesionalidad, con el que la película termina siendo un fiel reflejo del maltrato y horror que sufren ciertas personas y por contra, también describe la estampa que provoca esta sociedad capitalista que hemos creado. El blanco y negro con el que se retratan las historias que tienen lugar dentro de esta cocina funciona a la perfección, y tanto los encuadres como sus planos intercambiándose con lentes que miran de cerca las reacciones de sus personajes, y que permiten sentirnos dentro de ese lugar y ser partícipes del trabajo que realizan, terminan creando una brillante fotografía.

La cocina funciona como crítica al sistema, centrándose de forma concreta en el caso americano y en el trato que reciben muchos inmigrantes que sobreviven con trabajos precarios y situaciones realmente desmoralizantes en territorio estadounidense. Sin embargo, también relata esa supervivencia de otros que no son inmigrantes, como el personaje de Rooney Mara, una mujer americana que flirtea con uno de los cocineros, y que ahora se debate en la decisión de si mantener o no el bebé que está esperando. Todo ello lo hace su director con una radiante fotografía, unos planos a cámara lenta, y unas imágenes en blanco y negro con las que crea una composición admirable para representar una realidad trágica que fomentamos en los países de Occidente mediante estas sociedades capitalistas.


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