Con menos secuencias de armas y tiroteos de las que nos acostumbró con Lock & Stock (Lock, Stock and Two Smoking Barrels, 1998) o Snatch. Cerdos y diamantes (Snatch, 2000) en los inicios de su carrera y con una cautivadora introducción que no llega a estar a la altura de Rocknrolla (2008) pero que sigue acentuando su toque particular, Guy Ritchie vuelve con un thriller de acción en The Gentlemen. Los señores de la mafia (The Gentlemen, 2020) con el que intenta revivir la esencia de sus primeras películas con un cartel prácticamente masculino al que esta vez se une una secundaria femenina interpretada por la actriz Michelle Dockery.
El cine con el que se dio a conocer Ritchie vuelve a verse en The Gentlemen, una cinta que rápidamente nos recuerda a su Lock & Stock con los acentos británicos, la referencia a judíos o la caracterización de uno de sus protagonistas como un tipo peculiar como en este caso interpreta el actor Colin Farrell. Sorprende ver en este elenco a Hugh Grant, al que Ritchie ha tenido que situar en lugares oscuros poniéndole unas gafas de sol para tapar ese físico tan característico que se asocia siempre a las películas románticas. Chantajes, drogas y gángsters para una historia que tiene constantes giros y que juega con la película dentro de la película. Movimientos de cámara rápidos a ritmo de rap con la lentitud de un narrador que no para de hablar contando su historia pero sobre todo, protagonistas con personalidad, inteligencia, control y humor que son un tanto tarantinianos y nos recuerdan a Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992) con una mezcla de la magnífica Memento (Christopher Nolan, 2000). Personajes como el interpretado por Charlie Hunnam transmiten clase a través de la elegancia con la que visten pero sobre todo, con la calma que transmite en momentos de tensión y peligro.
Lo cierto es que viendo tanto gángster masculino, la cinta me ha llevado a imaginarme cómo sería tener una plantilla de gángsters femeninas como protagonistas. Ellas no estarían siempre perfectamente maquilladas y peinadas como ocurría con el reparto protagonizado por mujeres en Ocean’s 8 (Gary Ross, 2018)—leer reseña pinchando aquí—, pero sí llevarían trajes —los tacones serían ocasionales y desde luego, no serían aquellos con los que es prácticamente imposible caminar—, que les harían estar elegantes y aportaría seriedad a personajes que serían inteligentes y cuyos buenos diálogos narrarían y nos descubrirían interesantes historias de mujeres que no serían solamente la mujer del protagonista como ocurre con Dockery en The Gentlemen.
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