Si bien Una joven prometedora (Promising Young Woman, Emerald Fennell, 2021) contaba un mensaje alarmante a través de una narración en general más recatada por seguramente un apretado presupuesto para la primera película de una directora —leer reseña pinchando aquí—, en Saltburn (Emerald Fennell, 2023) vuelve a haber un mensaje interesante como moraleja de la historia pero la puesta en escena esta vez es en general, grandiosa. Desde sus escenarios o vestuario hasta su sublime banda sonora compuesta por Anthony B. Willis y al que acompañan a su vez la música de artistas como Girls Aloud, Arcade Fire, MGMT, The Killers, Cold War Kids, Pet Shop Boys o Sophie Ellis-Bextor entre otros. Estrenar un segundo largometraje cuando el primero ha sido tan sonoro y brillante es complicado. Con Saltburn, la directora Emerald Fennell muestra una historia que nos lleva hasta la universidad de Oxford y continúa en la enorme mansión de una estrambótica familia aristócrata.

Acompañada de un reparto que resalta el propio guión de la directora cuya historia no es lo más notorio de la cinta, Saltburn posee una calidad interpretativa y visual excepcional en la que personajes como los interpretados por los actores Barry Keoghan, Jacob Elordi, Rosamund Pike o Alison Oliver, así como su fotografía y puesta en escena son los verdaderos logros del largometraje. Una historia llena de excesos y una alta clase muy protagonista que aunque quizás algo larga en su metraje para el relato que describe, la historia de este joven estudiante de Oxford que vive un verano único con su admirado compañero de universidad y la singular familia de este no serán impedimento para que nos adentremos de lleno en la opulencia y la excentricidad de la aristocracia. Como si a La edad de la inocencia (The Age of Innocence, Martin Scorsese, 1993) y Expiación: más allá de la pasión (Atonement, Joe Wright, 2007) le diéramos unos toques de singularidad, desnudez y modernismo, Saltburn es una cinta que lo mejor es adentrarse en ella sin esperar nada a cambio.